Zamudio: «El poder político está lleno de perversidad»

Nació en Colombia en 1983. Su novela Hemingway en Santa Marta (Editorial Lugar Común, 2015) y el libro de cuentos Espiar a los felices (Editorial Eafit, 2016) antecedieron a su novela recién editada en la Argentina: El hotel de los difíciles (Editorial Wu Wei, 2018). Javier Zamudiotoma con naturalidad que el texto se publique primero en Buenos Aires que en su tierra natal. O le quita importancia al hecho, vaya uno a saber. “Esperemos que se edite pronto en mi país”, concede. Meticuloso en el uso de la palabra, Zamudio responde a Data de Arte con la emoción a flor de piel, con esa inequívoca vibración que emana de un escritor en las semanas posteriores a la publicación de un libro. En este caso, una novela (ver reseña crítica aparte) cuya calidad justifica ampliamente las expectativas previas.      .- Tu novela es muy difícil de definir. Por momentos surrealista, a ratos cáustica, con humor negrísimo, pero -en el fondo- piadosa con el género humano. ¿La he leído correctamente? –  Sí. Es una novela bastante difícil de definir, incluso para mí. En ella intento explorar muchas cosas, por un lado, las relaciones de poder del totalitarismo. En toda la novela se ve una relación entre una víctima y un victimario. Pero también el victimario puede ser víctima. Y en este caso, creo que puede considerarse piadosa con el género humano. Es una novela, si se quiere decir, sobre la maldad, pero también sobre la belleza, la melancolía y la bondad que también puede existir en esa maldad. Y bueno, también trata la culpa. Finalmente, la novela termina girando alrededor del crimen cometido por el narrador, la culpa que siente y el intento de muchos de hacerle olvidar esa culpabilidad.     .- Hay varias situaciones sexuales. ¿Por qué esa alternancia entre lo que podría ser sexo por hastío (Julián) o por poder (Nora)? – Esta pregunta me resulta interesante. Sí hay una alternancia. Lo podemos ver incluso con el político, pero aquí tiene una función un poco más política, mostrar las diferentes maneras en que se ejerce el poder. Lo mismo pasa con Nora y el narrador, pero con menos intensidad. Julián, quien nos narra la historia, acaba de perder a su esposa, tiene una relación pésima con su hija, con él mismo, y duda de lo que es real o no. La realidad se presenta como algo maleable, azaroso y él está a merced de esto. Y en ese «esto» se incluye a Nora. Hay, por un lado, un interés de explorar estas intensidades existentes en la sexualidad, mostrar las relaciones de poder, pero, además, colocar a la humanidad como un punto de arena en el universo, algo insignificante, que cree saber lo que es real, lo que es bueno y bello, pero no es así.    .- Un crimen, el sexo como arma de poder. ¿Tu novela es un atajo al corazón del poder político, donde conviven perversamente esos elementos? – Sí. Creo que el poder político está lleno de perversidad, sin importar si es de izquierda o de derecha. Y bueno, creo que la política también está en lo íntimo, en lo personal. Todos los personajes manifiestan relaciones de poder, y en muchos casos he hiperbolizado para poder mostrarlas con mayor intensidad.     .- La acción se encierra en un espacio delimitado. ¿Es una mirada apocalíptica, una suerte de Arca de Noé (con animales incluidos: hay un león, una burra) para mantener viva la utopía, o el preludio de un apocalipsis distópico? – Esta es la primera novela que escribí. De hecho, la primera página fue escrita unos 10 años antes de iniciar la novela. Cuando la estaba escribiendo tenía muchas dudas sobre el manejo del espacio y definí una estructura que me facilitase la escritura. Todo sucede dentro del hotel y en los siete días que está el personaje alojado. Cada capítulo abarca un día. Ahora, sobre la pregunta que me haces, sí fue intencional el construir un mundo que pudiera sostenerse a sí mismo, en el que todo pudiera encontrarse. El hotel es una metáfora del mundo, con todo lo salvaje que hay en él.    .- ¿El comunista bebedor, vive al margen de la realidad. ¿Expresa tu mirada pesimista sobre la política global? – Expresa mi visión sobre el fin de la utopía, no sólo política y lo que conlleva descubrir aquello.    .- ¿Qué queda luego del final de la utopía? – Primero, decepción. Luego, la superación de ello, porque la vida continúa. Por eso la conversación con el padre, que está muerto, es tan importante para Julián. Al final de la novela le repite que no fue él, sino la rama y luego el león, quien asesinó al abogado. O, la frase que abre la novela: «A los muertos hay que dejarlos atrás… bien atrás en la vida». Así funciona con la utopía.  .- En la contratapa, el profesor Miguel Cestao, de la Universitá degli Studi di Milano, habla de una épica de los abandonados. ¿La épica de un escritor es luchar contra el olvido? –  Supongo que para algunos autores la escritura es una lucha contra el olvido. En mi caso no lucho contra el olvido. No estoy seguro si quiero ser recordado. Lucho contra las ganas de escribir, esa enfermedad que me lleva a explorar la vida propia y de los otros, y que algunas veces resulta tormentosa. Algunas escenas de esta novela fueron muy difíciles de escribir. por Carlos Algeri   (Periodista y escritor: www.carlos-algeri.webnode.com ) UNA NOVELA PROVOCADORA E INQUIETANTE
Tapa
   Ejercicio literario complejo y ameno a la vez, El hotel de los difíciles (Editorial Wu Wei, Buenos Aires, 2018, 180 páginas) es una novela difícil de encasillar, que es su primer atributo.  El autor elige un espacio cerrado habitado por personajes que fluctúan entre el carácter funambulesco, desesperado o melancólico. Un abogado de gente turbia, una escritora que no otorga mayor valor a su vida, una encargada de hotel voluptuosa y sensual, y un comunista desengañado propenso a las borracheras, entre otros. El nexo-narrador es Julián, quien viene huyendo de un fracaso matrimonial, preocupado por la relación con su hija y quien desencadenará –accidentalmente, en apariencia- un conflicto que alterará su vida, aunque no tanto la de sus compañeros de hotel. Un hecho lo suficientemente grave (no lo develaremos aquí) como para sospechar de la falta de reacción del resto. ¿Indiferencia o complicidad? Lo atractivo de la escritura del colombiano Javier Zamudio es que de a ratos interroga a sus personajes, nunca los condena (virtud inestimable en un autor que se precie de tal) y los expone a la mirada del lector con sus miedos, miserias y obsesiones. Novela muy incómoda por momentos (hay un par de escenas que precisan relectura para no confundir objetivos), perturbadora y desafiante para el lector, su propósito subyacente (otra virtud) es presentar una metáfora cáustica, feroz, de una sociedad en la cual la crueldad, la bajeza y la traición se han transformado en herramientas valederas y libres de condena. El poder requiere casi siempre que el fin justifique los medios. Inquietante por donde se la lea, mezclando géneros (realismo, fantasía, surrealismo, humor negro), la novela es un desafío que conviene correr y su autor, un nombre para tener muy en cuenta, sin los tics de los escritores de su generación, y con vuelo y estilo propios. C.A. Tomado de Data de arte.com.ar